José Antonio Fernandez Muro

Obras
Biografía

Madrid, España 1920-2014

 

            A causa del estallido de la guerra civil española, José Antonio Fernández Muro se trasladó a la Argentina junto a su familia cuando apenas tenía 18 años. Su primera formación la hizo en el taller del pintor catalán Vicente Puig, un centro de atracción para muchos artistas argentinos durante los años 30, donde consolidó lo que sería una relación vital con la pintura. Si bien, en sus inicios, su producción recaló en los géneros, el bodegón y el retrato, muchos de los cuales fueron exhibidos en su primera exposición individual en la mítica galería Witcomb en 1944, su obra se volcaría contundentemente a la experimentación y la abstracción a partir de su encuentro con las corrientes de arte no figurativo que se estaban volviendo dominantes en aquel tiempo. Bajo la égide de Aldo Pellegrini y en conjunto con los artistas que formaron parte del Grupo de Artistas Modernos (Tomás Maldonado, Enio Iommi, Sarah Grilo y Lidy Prati, entre otros), su trabajo viajó al exterior y entró en relación con las tendencias concretas de la época.

            Sin el carácter dogmático de las postulaciones de sus colegas, Fernández Muro apostó a una poética de la pura visualidad que se vio influenciada por las radiaciones geometrizantes de sus contemporáneos. Así, la producción de aquellos tiempos juega sin rigor con la lógica de las recurrencias y patrones de la pintura abstracta, introduciendo colores expresivos, aún utilizando las formas geométricas del círculo y la línea como principios constructivos. A fines de la década de los 50, sus obras tuvieron un recorrido internacional, recibió premios tanto del Museo Guggenheim como del Instituto Di Tella, y se mudó definitivamente a Nueva York, donde se instaló con su mujer y colega Sarah Grilo. En su producción de los años 60 es posible ver el impacto del nuevo entorno urbano en su trabajo. Muchas de sus piezas permiten observar el modo en que las formas geométricas de antaño se transmutan en elementos de la ciudad, como tapas y rejillas de alcantarillas, huellas del pavimento, filas de centavos o sellos.

            Estas obras intervenidas por objetos de la realidad de manera directa, producto de la técnica del frottage y el papel de aluminio en relieve, ponen en evidencia la relación de Fernández-Muro con el arte pop estadounidense de la época y reflexionan críticamente sobre los límites de la pura abstracción. De regreso a España e intermitentemente participando de la escena parisina, el artista volverá a modulaciones más expresivas del color y una geometría fluida, cada vez más personal y lírica. Su trayectoria, en suma, permite ver las transformaciones y debates que atravesaron la pintura durante el siglo XX.