Los Carpinteros

Obras
Biografía

 La Habana, Cuba

 

          El colectivo cubano formado por Marco Castillo (1971) y Dagoberto Rodríguez (1969) desarrolla un lenguaje instalativo que le da a la naturaleza de sus obras una condición híbrida. El grupo trabaja, así, a través de distorsiones, desvíos o intervenciones mínimas de objetos, sumando sentidos que desplazan sus usos o ubicaciones, y que tienden, por lo tanto, a disparar un imaginario de ficción. Una avioneta atacada por flechas, una explosión detenida en el espacio, esculturas de escala monumental realizadas con legos, una ciudad portátil hecha de carpas.  Todas sus piezas funcionan por evocación y tienen la capacidad de introducir en lo familiar una cuota de rareza para trastocar los automatismos de la mirada, para incrustar lo extraordinario en el corazón de lo cotidiano.  

            Las vías de acceso a esa experiencia de extrañamiento de Los Carpinteros están moldeadas por una dinámica de trabajo colaborativa que vienen elaborando hace décadas. Una mezcla de imaginación arquitectónica con los medios de la escultura, el diseño y el dibujo. Sus trabajos surgen de una idea bruta, cuya morfología luego es proyectada, dibujada y planificada, antes de encontrar su lugar, primero en el taller del grupo, ubicado en Los Ángeles donde trabajan hasta la actualidad, y luego en cualquiera de las numerosas salas en las que han desplegado su trabajo alrededor del mundo. 

            La potencia de su trabajo radica en poner el acento simultáneamente en referencias muy locales, vinculadas a la experiencia cubana alrededor del problema de la precariedad de la vida posrevolucionaria de la isla y, a la vez, ampliar el campo de sus interlocutores de modo tal que cualquier observador pueda identificar en sus trabajos cualidades de la vida contemporánea: el carácter nómade de las poblaciones en grandes centros urbanos, las tensiones entre el discurso público y la vida privada, el conflictivo mundo de las sociedades de consumo, su control y disciplinamiento. Y, sobre todo, el gran medio de contacto entre las escenas montadas y sus espectadores es el sentido del humor que las tiñe, un ingenio sutil que permite ver de manera fatalmente irónica el naufragio de las utopías, las rasgos ocultos de los procesos de modernización, el vaciamiento al que son sometidas las personas bajo el imperio de fuerzas que las trascienden.

 

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