Marcos López

Obras
Biografía

Santa Fe, Argentina, 1954

 

            Marcos López ha conseguido lo que pocos artistas consiguen: adoptar la sintaxis de lo icónico. El desarrollo de sus obras no pone en escena solo un estilo, o una poética, sino que moviliza todo un imaginario a través del cual se puede volver sobre temas como la identidad nacional, el poder del artificio, o las tradiciones estéticas latinoamericanas. Vista desde lejos, su obra puede pensarse como una extraña campaña publicitaria de un producto tan esplendoroso como sospechoso: Argentina y el Tercer Mundo. En este sentido, uno de los grandes logros de sus piezas fotográficas y sus instalaciones radica en la ambigüedad de la que están teñidas. Al enfrentarse a sus piezas, el espectador puede encontrarse tanto con el tono eufórico o festivo de una celebración, como con capas de luz que dejan ver detrás un mundo indisimulable hecho de pobreza y precariedad.

            La teatralidad de sus escenas, siempre montadas y dirigidas por él mismo, sumadas a la saturación cromática, lo han consagrado como el artífice del Pop Latino, una estética a la vez personal y popular, que abre la posibilidad de una reflexión descarnada, pero no exenta de humor, sobre la realidad local, sus ceremonias diarias, su religiosidad cotidiana. Sus trabajos han sido exhibidos alrededor del mundo en diversas instituciones y eventos en México, Colombia, Cuba, España, Italia, Finlandia, entre otros. Grandes colecciones como la Colección Daros Latinoamérica de Zurich, el Museo Nacional de Bellas Arte de Buenos Aires, Argentina, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, y el Museo del Barrio de Nueva York, entre otras, albergan sus producciones.

            Desde sus primeras exposiciones individuales, desarrolló un talento particular como retratista y observador de la fauna urbana, sus escenarios y costumbres. El amor por el kitsch, su inclinación por el exceso barroco, la estridencia de su paleta tropical, el uso desmañado de las citas, el coqueteo sarcástico con la parodia como clave de lectura configuraron un universo capaz de dar cuenta de la vitalidad de los escenarios periféricos, como así también de documentar de manera audaz la crisis crónica en nuestras geografías criollas. La última cena en registro pampeano, Caravaggio desde una terraza porteña, el uso de leyendas autóctonas con una estética transnacional, convirtieron a Marcos López en un mitógrafo. Es por esto que uno de los elementos centrales de su trabajo es la capacidad, que anida en sus fotografías, de generar relatos. Cada una se revela como el fotograma perdido de una película que, a falta del negativo completo, el espectador se apura en recuperar y reconstruir. Pareciera que el deber de registrar es relegado en la ética artística de Marcos López, para dar lugar a la pasión por fabular, al ejercicio altisonante y poderoso de reinventar el mundo.