Sebastián Gordin

Obras
Biografía
Buenos Aires, Argentina - 1969
 
            Sebastián Gordín inicia su recorrido artístico a mediados de los años ochenta como dibujante y editor de cómics underground. Desde entonces, ha pasado por la pintura, las instalaciones, la construcción de objetos difíciles de clasificar, la escultura y, ocasionalmente, la performance y el video. Su enorme talento para construir objetos y escenificaciones de gran atractivo visual conecta con la sensibilidad de todos los públicos. Aunque nació en Buenos Aires en 1969, él siente que fue en el año 1976, cuando empezó la escuela primaria en plena dictadura militar. La clandestinidad y el contrabando son parte de sus modos de atravesar el arte.
            Recuerda su etapa escolar como un gran martirio que pudo exorcizar cuando ingresó a estudiar Bellas Artes en el Instituto Manuel Belgrano. Allí se hizo amigo de un grupo, entre los que se encontraban Esteban Pagés, Emiliano Miriyo, Máximo Lutz y Carlos Subosky, que lo introdujeron en lo que él describe como “la producción gráfica clase B”. Juntos crearon una revista de historietas y empezaron a exponer en lugares emblemáticos del under de esa época, como Cemento, el Parakultural y Medio Mundo Varieté. Esta escena resultó un hito imprescindible de su formación.
            Luego de algunas muestras, entre ellas una en el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), tuvo una crisis que lo alejó de los procesos creativos y lo acercó al cine de clase B. Durante un largo período se dedicó a ver todas las películas que caían en sus manos. Fue en esa época que decidió regalarle a un amigo para su cumpleaños un objeto inspirado en las películas que había visto. A partir de esto, inauguró una serie de obras que al principio regalaba pero que después empezó a mostrar. La relación entre el cine que veía y el arte que producía tenía que ver esencialmente con la utilización al extremo de un recurso mínimo. En su repertorio encontramos también referencias a los juegos de sus primeros años. Se trata de la construcción de pequeñas cajitas que contienen objetos, con un componente pictórico singular, que generan el efecto de que la pintura parece contenida en esos artefactos.
            Más tarde fue sofisticando esta propuesta hasta llegar a sus vitrinas, que muestran momentos congelados en el tiempo, una narración inacabada y repleta de pistas para el espectador. Gordín es un consumidor de todos los elementos de las culturas populares; a la vez un erudito y un freak. Piensa el arte como una maquinaria que produce dispositivos para ver la realidad de un modo diferente. Un artista recolector que no descarta nada, para quien su oficio consiste en reinventarse siempre y hacer de su trabajo un arte infinito.
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