Marie Orensanz

Obras
Biografía

Mar del Plata, Argentina - 1936

 
             Marí Nalte Orensanz nació en 1936 en la ciudad balnearia de Mar del Plata. En 1972 decidió agregarle una e a su nombre para evitar cualquier confusión, luego de que un comprador le devolviera una obra al darse cuenta de que era una artista mujer. Este incidente marcó su conciencia sobre la desigualdad de género y prefirió indicar claramente cuál era su identidad, aunque no vendiera nada. Marie se autodefine como una artista nómade, que intenta escapar de las clasificaciones formales de los críticos de arte. Su origen amalgama múltiples nacionalidades: española, francesa e inglesa, una suerte de providencia de su futuro devenir por el mundo.
             Cuando tenía 17 años, un viaje familiar a Europa le reveló que el mundo podía transformarse a través del arte. Ya instalada en Buenos Aires, se anotó en el taller de Emilio Pettoruti donde aprendió diversas técnicas. Luego de cinco años, tenía la seguridad del dominio técnico, pero sentía que seguía sin haber encontrado todavía un lenguaje propio. Así, se sumó al taller de Antonio Seguí, quien había regresado de México. Ahí, según Marie, aprendió la “libertad de hacer lo que uno quiere” en el arte. Su nomadismo se extendió a su vez a la elección de los materiales, que siempre se vincula al momento y lugar en que esté viviendo. En una estancia en Milán, por ejemplo, hizo dibujos que luego rompió porque no le gustaba que estuvieran delimitados por las líneas del papel. En Carrara trabajó con pedazos de los famosos mármoles, fragmentos rotos que tenían una vida anterior y que encontraron un renacimiento en sus manos.
            Pensar es un hecho revolucionario, una de sus obras más emblemáticas, es también un enunciado que puede entenderse como un mantra propio de Orensanz. Esta frase forma parte de uno de los doce postulados del manifiesto Eros, que presentó en Italia en 1974, y continúa siendo un faro para el desarrollo de su obra. Para Marie pensar, junto con el humor, es un ejercicio cotidiano: “pensar es un trabajo y eso da libertad”, cuenta en una entrevista para el Parque de la Memoria de la ciudad de Buenos Aires.  Su obra Limitada (1978), un autorretrato de Orensanz con esa palabra en la frente aparece, entonces, como una forma de ver y utilizar el propio cuerpo como herramienta política y de responder con picardía a quienes intentan anular el pensamiento femenino. Arte y pensamiento se muestran como caras de la misma moneda: la libertad de crear un mundo desde los fragmentos que somos.