Helio Oiticica y Neville d`Almeida
Obras
Biografía
Río de Janeiro, Brasil, 1937
Hélio Oiticica se erigió como una de las figuras más revolucionarias del arte brasileño del siglo XX, transformando con una sensibilidad radical las nociones de espacio, participación y experiencia estética. Nacido en Río de Janeiro en una familia intelectual —su padre, un fotógrafo y entomólogo, y su abuelo, un líder anarquista—, creció rodeado de ideas progresistas que moldearon su visión. En gran medida autodidacta, Oiticica comenzó su formación artística bajo la tutela de Ivan Serpa en el Museu de Arte Moderna de Río (MAM) en 1954, integrándose al Grupo Frente, y más tarde al movimiento neoconcreto (1959-1961), que abogaba por un arte que trascendiera la bidimensionalidad y se conectara con la vida. Su obra, que desafió los límites tradicionales del arte, se convirtió en un manifiesto de libertad, proponiendo una interacción directa entre el espectador y la creación a través de conceptos como la “supra-sensorialidad” y el “arte ambiental”.
Entre 1973 y 1974 realizó la serie Cosmococa, una colaboración con Neville D’Almeida, que desarrolló durante su exilio en Nueva York tras la dictadura militar brasileña. Cosmococa, subtitulada Maileryn, es una instalación inmersiva que combina proyecciones de diapositivas, música y objetos interactivos: en ella, imágenes de Marilyn Monroe extraídas de un libro de Norman Mailer son proyectadas sobre una hamaca suspendida, mientras líneas de cocaína dibujadas sobre las imágenes y la música de Jimi Hendrix llenan el espacio. La obra, que invita al espectador a acostarse en la hamaca y experimentar una atmósfera multisensorial, refleja la influencia del Nueva York de los 70, donde Oiticica vivió entre 1970 y 1978, absorbiendo la contracultura y la efervescencia de la escena artística underground. Maileryn no solo rinde homenaje a la iconografía pop, sino que también cuestiona la relación entre arte, cuerpo y deseo, proponiendo una experiencia que disuelve las jerarquías entre creador y participante.
El uso de técnicas participativas y efímeras, así como la creación de ambientes inmersivos y el uso de materiales cotidianos —telas, pigmentos, hamacas—, revela el compromiso de Oiticica con democratizar el arte, un eje que atraviesa toda su producción. Desde los Parangolés (1964-1979), capas de tela que los espectadores podían vestir y bailar, hasta los Penetráveis (1960-1979), estructuras que invitan a entrar y sentir, su obra buscó liberar el arte de los museos para convertirlo en un acto colectivo. Su reconocimiento institucional incluye retrospectivas en el Tate Modern de Londres (2007) y el Whitney Museum de Nueva York (2017), así como su presencia en colecciones permanentes como el MoMA y el MAM de Río. A través de su legado, Oiticica no solo transformó las nociones de arte en Brasil, sino que ofreció un testimonio poético de cómo la experiencia sensorial puede convertirse en un acto de resistencia y comunión.