Nicolás Bacal

Obras
Biografía

Buenos Aires, Argentina, 1985 

 

            El recorrido de Nicolás Bacal comienza con la música. Cuando tenía cuatro años, un vecino que vivía en su mismo edificio vendía un piano, y a sus padres les pareció un gran negocio comprarlo, ya que tan solo había que trasladarlo un piso. Fue así como empezó a tocar, y más tarde buscaría modos alternativos de formación.

            Eligió como primer maestro al músico argentino Juan Carlos Mono Fontana. “Al Mono lo considero mi maestro de arte en general”, explica cuando habla sobre su recorrido. Cruzaba toda la ciudad para tomar clases con él y recuerda esa aventura como parte constitutiva de su vida artística. También estudió en la Universidad de Quilmes la carrera de Composición Electroacústica, tuvo bandas, produjo discos, compuso piezas para artistas, pero siempre sintió que en la música le faltaba algo, otro tipo de conversación que le abriera nuevos universos, que lo conmoviera de un modo diferente. Así es como poco a poco empezó a trabajar sobre bocetos que iba haciendo en sus cuadernos, hasta que realizó su primera muestra en la galería Sendrós, en la que dos cassettes abandonados se unen por el leve contacto de sus cintas y teclados de computadoras que perdieron sus teclas nos recuerdan la obsolescencia de los objetos.

            Nicolás habla pausado, se toma el tiempo para explicar cada detalle, le presta una atención particular a la charla. “Siempre estuve buscando una conversación alrededor de la música y con los músicos, y a pesar de que fui a buscarla a los lugares más extraños que pude, en general me costó encontrarla. Y de repente trabajé para un par de artistas visuales como músico y encontré que me interesaba más conversar con este tipo de personajes. Hubo ahí algo de la tradición de la conversación o el pensamiento”, cuenta en una entrevista para el programa sobre arte online Crudo. Sus obras, tanto las materiales como las inmateriales, apelan a la memoria y a cierta melancolía a través de objetos que son fáciles de reconocer. Un ejemplo de eso es la voz que anunciaba la hora por teléfono en la década de 1980 en Brasil y que en el nuevo milenio es convocada por Bacal para leer un poema.   

            Poco a poco se fue desplazando del lenguaje musical al de las artes plásticas, aunque sin dejar de lado su formación de origen, porque el tempo lo sigue acompañando en la creación. “Estudiar música fue una forma de estudiar el tiempo. Los primeros años, traté de condensar en las obras que construía todo lo que había estudiado como músico. Como venía de la formación estricta cuando viré a las artes plásticas me animaba a hacer cualquier cosa, lo hacía con irreverencia”, explica en una entrevista audiovisual que deja ver su taller lleno de máquinas de herrería y carpintería.

            Siempre tuvo bocetos de obras que luego se convirtieron en una colección de cuadernos. Mientras ese camino se iba construyendo, estudió en el Centro de Investigaciones Artísticas (CIA) y en la Universidad Torcuato Di Tella. También por ese entonces comenzó a practicar kung-fu, una búsqueda oriental para equilibrar el cuerpo y la mente.

            Le interesan obras que se pueden construir rápido y fácil, para que cuando los espectadores vean lo que hizo, sepan que también pueden hacerlo en sus casas. “Obras que irradian cercanía”, dice mientras desarma unas monedas que después intercambia y vuelve a armar. Su obra tiene el valor de haber trabajado con frescura y audacia, pero con la perseverancia de un maestro. El tiempo como guía de un recorrido que le marca el paso y siempre lo anima a más.

 

Blog