Pablo Siquier

Obras
Biografía
Buenos Aires, Argentina, 1961
 
            Educado artísticamente a finales de la década de los 80, en indisociable contacto con su interés por la arquitectura y el diseño. Formado en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, fue parte del emblemático “Grupo de la X” y también profesor de Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires. La producción de Siquier se presenta como una reacción al auge de la pintura expresionista y subjetiva que había retornado con fuerza en aquella época. Su atención a la forma y la geometría, a los juegos de luz y sombra, sin embargo, no se agotan en un gesto depurativo, sino que son traccionados por un interés vital muy marcado por capturar una dimensión intangible de la experiencia urbana. De allí surgen sus tramas, marca característica de su trabajo, a partir de la cual proliferan series cuyo sentido parece radicar menos en el resultado obtenido que en el efecto de continuidad y constancia.
             Así, sus “ornamentos” o “emblemas”, que derivan de figuras decorativas de las fachadas de Buenos Aires y hunden sus raíces en la arquitectura y urbanismo moderno de inspiración lecorbusiana, van delineando un método propio, una disciplina que funciona borrando toda referencia, para convertirse en un ejercicio meticuloso y exigente en el que las proyecciones, las rectas, las curvas, las diagonales, las líneas onduladas, las retículas y los motivos florales, componen una gramática de la repetición y la variación que emula el ritmo en una ciudad, su infinita tensión entre caos y orden. Agotado un material, una grilla o un esquema, se pasa a otro; atravesada una escala, se abre la posibilidad de extenderse a una superficie más amplia hasta alcanzar la monumentalidad; del monocromo es posible salir en expresiones de modesto cromatismo.
            De esta manera, su trabajo está esencialmente contagiado por la dinámica de los lenguajes formales de la música y la matemática, y opera como resultado de una matriz infinitamente diferida, que se va espiralizando en un loop experimental: la tela, el papel, el mural; el lápiz, la tinta, la carbonilla, conforman el repertorio de técnicas que tienen como efecto un permanente estado de apertura. Sin estabilizarse nunca en una idea de obra autocontenida, Siquier insiste en el movimiento y, por lo tanto, en el juego, complejizando la idea de un mundo exterior que se presenta como dado. El efecto es la busca de una mímesis más potente que no tiene como objeto las cosas de este mundo, sino las fuerzas que los animan.