Adrián Villar Rojas

Obras
Biografía

Rosario, Argentina, 1980

 

            Adrián Villar Rojas es un artista nómade: recorre el mundo para crear. Sus viajes exploratorios son cardinales en el desarrollo de sus proyectos. Puede rezar junto a un monje en algún pueblo de Corea del Sur o compartir una noche musical con una ex estrella pop. Todo es material para una nueva obra. 

            Cuando comenzó sus estudios, creía que el arte argentino estaba dominado por lo conceptual. Frente a ese panorama hizo lo contrario: se propuso contar historias, representar figuras, expresar emociones. Sus proyectos están llenos de angustia y comicidad: desde huevos de tiburón hasta mazorcas de maíz, desde gatitos hasta un pez fuera del agua que respira por última vez. Obras en espacios naturales o que trasladan la naturaleza a los espacios urbanos.

            El origen de esta evocación y superposición de diversos elementos es múltiple: su formación en la Escuela de Bellas Artes de Rosario, su ciudad natal, la influencia de docentes universitarios y artistas activos a fines de los 90 y la apertura y explosión de espacios públicos que ayudaron a la consolidación del campo del arte contemporáneo rosarino. Su casa también fue fundamental. Según sus palabras, una familia que rechaza lo homogéneo y lo idéntico a sí mismo busca la diversidad. Desde esa casa pensó y desarrolló todo su trabajo. 

            Una de sus obras centrales parte del teatro como forma de interpretar el mundo, de organizarlo y de organizar la mirada del otro. En el teatro cada función es un proceso de desaparición, un duelo cotidiano. Con esta premisa, desarrolló El Teatro de la Desaparición, un proyecto que nació como una instalación en sitios específicos y que cuenta con esculturas de gran escala que narran historias, hacen referencia y dialogan con obras de arte, estructuras, objetos y restos arqueológicos seleccionados de tres sitios particulares: The Metropolitan Museum of Art (MET), en Estados Unidos, el Kunsthaus Bregenz, en Austria y la Colina de las Ninfas, del Observatorio Nacional de Atenas, Grecia. Este teatro funciona como un espejo de los hechos, un mapa de la actividad humana, una maqueta del pasado y del presente.

            Villar Rojas define su producción de obras como “cosas”. Esta apelación lo distancia de la noción de artista genio, individual y aislado de la vida mundana y lo vincula con producciones simbólicas sin jerarquía, similar al trabajo anónimo de un obrero que fabrica un celular en China o un artesano de alguna feria de Rosario. Las cosas, dice, desfetichizan el carácter sublime y privilegiado que le endosan las etiquetas del arte. Cree que la palabra cosa, a diferencia de la de arte, intranquiliza y vuelve extraño aquello que parece familiar y cotidiano. Así, considera que su trabajo se asemeja a la mirada de un alienígena que por primera vez descubre el planeta Tierra, sin prejuicios ni valoraciones morales. 

 

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