Claudia Andujar

Obras
Biografía

Neuchâtel, Suiza, 1931

 

            La mirada de la artista Claudia Andujar está marcada por su origen: hija de una madre evangélica y de un padre judío que murió en un campo de concentración. Esa forma de mirar la acompañó en 1971 cuando se internó en la selva amazónica de Brasil junto a los Yanomami, una etnia indígena americana. "Yo no soy una persona que va hasta allí solo para tomar un retrato, me gusta penetrar en el pensamiento, en la cabeza de las personas", dijo en una exposición

            Su forma de capturar las imágenes fue análoga al método antropológico: un acercamiento sensible para desarrollar vínculos de confianza. El interés era genuino; los acompañaba en sus rituales chamánicos y procuraba entender su cultura. Para este pueblo, el alma de las personas puede escaparse a través de las fotos y quedar deambulando para siempre. Con paciencia, los convenció. Luego tuvo que enfrentarse al desafío de atrapar y aprovechar la poca luz que había dentro de la maloca -un tipo de casa muy amplia-.

            El líder de los Yanomami, Davi Kopenawa, contó en varios reportajes que su figura se tornó visible gracias a la mirada de Andujar que retrató su vida cotidiana. Él fue uno de los primeros en comprender la potencia latente de ser fotografiado para defender a su comunidad.

            Andujar es considerada una activista. Durante los años del gobierno militar en Brasil, sin poder acceder a las tierras de los Yanomami, no rompió su compromiso, aunque la fotografía pasó a un segundo lugar. Junto con el misionero católico Carlos Zacquini, los antropólogos Bruce Albert y Beto Ricardo, y los abogados Alain Moreau y Maria Helena Pimentel fundaron la ONG Comissão Pró-Yanomami para defenderlos formalmente. Uno de los derechos por los que peleaban era el reconocimiento de sus tierras. Luego, recogieron una segunda causa: la salud. Con un grupo de médicos voluntarios de San Pablo desarrollaron una campaña de vacunación. Como los Yanomamis, a quienes Andujar considera sus parientes, no usan nombres, sino que se refieren por su relación de parentesco (madre, padre, hermano, etcétera.), para el proceso de vacunación crearon un sistema de clasificación. Cada ficha con los datos de la persona iba a acompañada con una foto. Y así, sin pensar en la trascendencia que tendría luego su proyecto fotográfico, nació Marcados.    

            Cada retrato da cuenta de la intimidad que tenían. En algunos casos llegó a utilizar un rollo entero hasta encontrar el rasgo de carácter que le interesaba de esa persona. Para identificar cada foto, cada Yanomami tenía colgado alrededor del cuello un cartel con un número. Esa forma de identificación revivió su historia. En 1944, cuando los nazis invadieron Hungría, toda su familia paterna fue deportada y asesinada. En los campos de concentración las personas eran tatuadas con números para identificarlas: marcados para morir. Con los Yanomami se propuso el efecto contrario: marcados para vivir.