Oscar Bony

Obras
Biografía

Posadas, Misiones, Argentina, 1941 - 2002

 

            La trayectoria artística de Oscar Bony está puntuada por un incesante deseo de incomodar, de explorar zonas que la moral sexual, política y estética de su época prefiere cubrir de un decoroso silencio. Desde sus objetos fálicos e instalaciones monstruosas de sus primeras apariciones en el ambiente del arte porteño hasta su mítica instalación La Familia Obrera en el Instituto Di Tella en 1968, una ética de la trasgresión germina y afecta para siempre su trabajo. La propensión por cruzar fronteras sobrevive más allá de los distintos medios con los que experimentó: escultura, instalación, fotografía, video, performance. Sus incursiones en la escena del rock nacional (diseñó tapas de discos, afiches y revistas que consumaron el estilo visual de un época), multiplicaron las vías de acercamiento al núcleo de sus intereses: el poder encantatorio de la imagen, su fuerza de sugestión.  

            Esta ética tiene también sus efectos en la construcción de su figuración como artista. A medio camino entre francotirador marginal y nómade melancólico, Bony nunca se amoldó a los imperativos del artista profesional, esquivó la demanda de construir una carrera artística, hizo de los bordes su hábitat natural. Su serie de autorretratos disparados trabaja en este sentido. Se trata de “matar” al artista, efectuar un hecho real sobre la superficie visual, pero, en simultáneo, hacer estallar sobre el blindex la violencia política de la historia argentina. Desde entonces, la muerte aparece proyectada en sus obras de la década del 90. Cadáveres, tumbas, calaveras, alegorías mortuorias se hacen recurrentes hasta su última exposición dedicada al atentado a las Torres Gemelas en 2001. 

            En paralelo a esta crítica al mórbido sistema del arte, sus agentes y valores, Bony va a rescatar el mundo de su adolescencia. Después de una larga estadía en Italia, dedica buena parte de su producción a la imaginería autobiográfica. Recupera objetos e imágenes de su juventud en Misiones, sus primeros trabajos pictóricos y un relicario de su vida en Posadas (caballetes, una porción de tierra rojiza, una caña de pescar), el artista hace visible, de este modo, un línea de trabajo que es posible rastrear a lo largo de toda su trayectoria: la tensión entre comunidad e individualidad, entre un presente que se percibe como caído y un pasado cuya recuperación solo se puede ejercer en condiciones de precariedad y fragmentación.

 

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