Alberto Heredia

Obras
Biografía

Buenos Aires, Argentina, 1924 – 2000

 

            Rebelde y solitario, Alberto Heredia defendió un arte que tuvo que ver con la vida. Su obra ha sido una metáfora para pensar la realidad. Dedicado a habitar el entrelugar, pudo decir cosas a través de sus trabajos en momentos en donde no era fácil pronunciarse. Ético y no estético, como le gustaba decir, fue amante de un arte revulsivo hecho con lo que tenía a mano.

            Fue un escultor autodidacta, estudió durante un año en Bellas Artes, “lo dejé o me dejaron”, decía. “Me inicié en la escultura por una sensación táctil, como concepto”. Ese paso por la academia lo acercó a Horacio Juárez que fue su profesor durante dos años. Modelaban de forma naturalista, pero a Heredia no le gustaba, rechazaba lo clásico, prefería a Rodin, el modernismo, así que dejó las clases y comenzó a trabajar por su cuenta.

            Tomó cursos con el crítico de arte Jorge Romero Brest y así inició su relación con la escultura moderna. “Ahí empecé la primera experiencia en la escultura geométrica y en el concretismo, eso fue en el 52 y después en el 60 me fui a Europa”. En París fue amigo y parte de la obra de Alberto Greco. Su trabajo comenzaba a cambiar de rumbo, siempre dramático, irónico y con toques de humor negro. Fue en esa ciudad donde inició su obra con cajas de queso Camembert, el objeto como vehículo de lo que quería transmitir. Algunos temas fueron una constante en su trabajo: la vida y la muerte, la sociedad de consumo, la crítica social como base de su creación, en ese sentido “las cajas eran un gran vómito”.

            La precariedad, las esculturas decadentes y los montajes estaban hechos con objetos que encontraba en la calle, en los altillos de sus conocidos, en los placares de sus amigos, en las demoliciones. Un chatarrero del dolor, como lo llamaba el escritor Miguel Briante. Siempre el material que elegía tenía memoria, estaba impregnado con la historia de quien lo había usado. Y su propia historia estaba signada por el drama: la muerte de su padre, asesinado a balazos cuando él tenía ocho años, y un accidente, luego de su viaje a Europa, que lo dejó postrado en un hospital y con una cojera permanente.

            El dolor y la fragmentación de su cuerpo se imprimieron en su trabajo dando como resultado obras frágiles, pero contundentes. Tal vez esos hechos lo convirtieron en una persona muy movediza y gran lector, amante de Camus, Rimbaud y Miller: “Yo he leído a Miller y me ha deleitado el horror”, dijo alguna vez. Fue kitsch, oscuro y cocorito, mezcló elementos populares en salas burguesas, usaba la ironía para dar cuenta de las luchas de poderes. 

            Siempre trabajó en series, “Engendros”, “Los amordazamientos”, “Ángeles”. En esta última, retomó elementos iconográficos de la pasión, como la corona de espinas y la lanza. Un ángel maldito y recolector empedernido, la imagen extrema para mostrarnos la sociedad tal cual él la veía.