Santiago Porter

Obras
Biografía
Buenos Aires, Argentina, 1971
 
            Santiago Porter dice haber llegado a la fotografía de manera azarosa. Sus primeras fotos fueron con un amigo de la escuela, en cuya casa instalaron un laboratorio de revelado fotográfico, herencia de un primo que se iba del país. Fue así que compraron unos rollos en blanco y negro y le pidieron prestada al padre de Santiago una cámara Voigtländer, que funcionaba a medias. La excusa era generar imágenes para después ir al laboratorio a revelar y copiar. Al principio, la magia de la alquimia provocaba una atracción sobre el hacer; a pesar de no tener la técnica, si seguían algunos pasos, la imagen aparecía. El recuerdo evoca revelados desastrosamente malos, pero tiempos fascinantes. Él mismo intenta explicar que la inquietud tenía que ver con hacer bien eso que les salía mal. Fue en ese momento, a los dieciséis años, que decidió anotarse en el primer curso de fotografía en la recién inaugurada Escuela de Fotografía Argentina, hecho que lo impulsó a armar su propio laboratorio. 
            Con el tiempo, aquella curiosidad inicial se transformó en un oficio: como reportero gráfico trabajó en el diario Clarín y vivió la transición de lo analógico a lo digital. Pero siempre guardó un espacio para una búsqueda más íntima en la que retrataba su cotidianeidad usando máquinas con rollo, en su mayoría en blanco y negro. En medio de ese recorrido, descubrió al fotógrafo Robert Frank, lo cual significó un quiebre en su forma de entender y vincularse con la disciplina. Solía pensar que la fotografía tenía que estar hecha de una manera determinada, pero cuando conoció su obra, el universo de Frank le explotó en la cara y lo habilitó a trabajar de muchas otras maneras.
            Entre sus series fotográficas más relevantes se encuentra Bruma, donde retrata monumentos y paisajes con peso histórico: el centro clandestino de detención Pozo de Arana; la Catedral de Buenos Aires manchada con pintura roja, como si fuera sangre, tras un reclamo político; un puente inutilizable en la ruta 9 porque no se terminó; una torre de vigilancia erigida en Ezeiza para una cárcel que nunca se hizo y la Casa de la Moneda. Porter realizó esta serie con cámara de gran formato domingos y feriados muy temprano, cuando estaba nublado, para que las tomas tuvieran la misma luz y no hubiera personas en ellas. Con una mirada sensible, lleva más de treinta años dedicándose a la imagen donde, con diferentes intensidades, la historia del país y la intimidad se mezclan para dejar rastro de lo que pasó.