Pablo Suárez

Obras
Biografía

Buenos Aires, Argentina, 1937 - 2006

 

           Pablo Suárez solía afirmar que dibujar es pensar, le resultaba fácil contar una historia o transmitir una urgencia social con un dibujo. En sus obras combinaba el humor ácido, la parodia y al mismo tiempo plasmaba una mirada amorosa y piadosa sobre sus personajes. El mundo del boxeo, mujeres voraces y “chongos”, figuras de hombres con mirada desorbitada y cuerpos moldeados por golpes de puño, fueron sus temas y obsesiones. Su forma de vida, en algunos aspectos, se parecía un poco a quienes representaba: vivía con lo justo y solía juntarse con sus amigos artistas alrededor del televisor para mirar partidos de fútbol y peleas de box. 

           Fue autodidacta e ingresó al mundo del arte de la mano de los artistas Alberto Greco y Antonio Berni, de quien fue ayudante. También formó parte del grupo del Di Tella, pero se alejó a través de una carta pública dirigida a Jorge Romero Brest, cuando desistió de participar de Experiencias 1968, un proyecto colectivo que nucleaba a un grupo de artistas argentinos de vanguardia. Esa carta fue tomada por muchos como una renuncia, pero para Suárez era una obra de arte: “Hoy lo que no acepto es al Instituto que representa la centralización cultural, la institucionalización, la imposibilidad de valorar las cosas en el momento en que éstas inciden sobre el medio, porque la institución sólo deja entrar productos ya prestigiados a los que utiliza, cuando, o han perdido vigencia o son indiscutible dado el grado de profesionalismo del que los produce, es decir, los utiliza sin correr ningún riesgo”. Con un gesto performático, la carta fue repartida en la puerta del Instituto Di Tella y también a través de los diarios y revistas que se vendían en los puestos de la calle Florida, en el centro de la ciudad de Buenos Aires. Así, Suárez daba a conocer su posición más afín a un arte plebeyo.

           Fue un gran movilizador de los imaginarios de su época y supo captar con una mirada afilada la obnubilación por la propia imagen que pronto emergería de forma masiva. El curador Rafael Cippolini, creador de la muestra Narciso Plebeyo, decía que "Suárez consideraba que uno de los síntomas más predominantes de nuestros días era el de exhibirse con la intención de venderse". Obras como Narciso de Mataderos (1984) y El Perla (retrato de un taxi boy) (1992) plasman con aspereza su percepción.

           Quienes lo conocieron, lo recuerdan como alguien frontal, tanto para los elogios como para las críticas. Fue también un gran maestro de nuevas generaciones de artistas en la década de 1990. Junto a Luis Fernando Benedit y Ricardo Longhini coordinó el taller de Barracas, un espacio de capacitación para escultores. Con una mirada federal, el programa convocaba a personas de todo el país para que trabajaran juntas todos los días durante dos años, compartiendo y confrontando experiencias ante la mirada sensible y provocativa de Suárez. 

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